Marina Sarti Pineda
Acción por el clima, el objetivo número tres de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de la ONU. Protocolo de Kioto. Acuerdo de París. Todos hemos oído estos nombres más de una vez. Estas iniciativas de carácter político contribuyen a frenar el cambio climático pero, aun así, no todas las naciones han aceptado seguir estos protocolos y acuerdos. Cada nación es libre de decidir sus propias políticas y comprometerse con lo que consideren.

El compromiso político con la emergencia climática es esencial para poder frenarla. Independientemente del compromiso individual como consumidores y ciudadanos por llevar un estilo de vida sostenible y respetuoso con el medio ambiente, la población debe ejercer presión sobre los gobiernos para exigir su compromiso por reducir el impacto del ser humano en el cambio climático.
A veces parece que los gobiernos son algo lejano y viven en su propia realidad, pero luchar contra el cambio climático es una tarea de todos. Es una responsabilidad tanto de gobernantes como de gobernados, que nos afecta a todos por igual y en la que debemos permanecer unidos al margen de nuestras diferencias ideológicas, culturales, religiosas o de cualquier otra índole.
En muchos países (siendo un claro ejemplo España) determinados partidos políticos han tomado la bandera verde como símbolo de identificación, de la misma forma que otros rechazan o incluso niegan la crisis climática. De este modo, cuando escuchamos hablar de políticas ecologistas o de medidas contra el cambio climático, o por oposición, negacionismo o falta de conciencia, finalmente las asociamos con ciertas ideologías políticas. Esto es así hasta tal punto que parece que el cambio climático es una cuestión de bandos y que no puedes manifestar tu apoyo a las medidas para frenarlo sin ser clasificado en una cierta ideología por la sociedad.
Sin embargo, lo cierto es que la emergencia climática no es un juego político para obtener votos, sino una realidad que nos afecta a todos al margen de nuestras circunstancias.
Así mismo, en casi todas (por no decir todas) las páginas web y redes sociales de instituciones oficiales y otras organizaciones encontramos una sección de acción por el clima o compromiso con el medio ambiente. Ahí encontramos miles de documentos que leer sobre “la horrible y preocupante situación que estamos viviendo”, pero año tras año todo parece seguir igual, aunque se sigan subiendo documentos con datos cada vez más alarmantes.
Sin embargo, da la sensación de que nadie hace nada por cambiar la situación. La realidad se reduce a un ciclo continuo de sugerencias y posibles soluciones entre gobiernos y población: cada uno espera que sea el otro quien tome las riendas y decida emprender acciones reales contra la emergencia climática, pero no. Los intereses individuales prevalecen y el círculo sin fin va poco a poco disipando la gravedad del problema hasta que se pierde en el olvido, hasta que parece algo que no va con nosotros, como si fuese del futuro o no debiéramos preocuparnos. Aunque la verdad es que, en el fondo, todos sabemos que el futuro depende del presente, depende de nosotros y de lo que hagamos ahora.
Existen muchas razones por las que distintos países rechazan el compromiso sostenible, en su mayoría motivos económicos. Los intereses individuales de cada nación parecen sobreponerse a la necesidad de tomar acción para frenar el cambio climático.
Parecen no darse cuenta de lo evidente: en un futuro próximo las consecuencias del cambio climático afectarán a la circunstancia global, al margen de la implicación política de cada país. Las catástrofes naturales aceleradas por la actividad humana no entenderán de culturas, ideologías ni fronteras. Y en ese momento se arrepentirán de haber situado unos intereses momentáneos y materiales a la preservación del mundo, de sus propias vidas y la de su descendencia.
Y, sin embargo, mi generación se sigue preguntando… ¿A qué estamos esperando? ¿Es que la palabra emergencia no da el suficiente miedo?
Si queremos alcanzar un compromiso político global suficiente para limitar el calentamiento global de aquí a 2050, va a ser necesario romper con ese círculo vicioso de relegar en el otro. Se necesita una cooperación real entre naciones, gobiernos y población, pero sobre todo, vamos a tener que hacer un esfuerzo y sacar a relucir nuestros valores más humanos: el compromiso y la solidaridad.
Sería un tanto hipócrita acabar aquí, ya que estaríamos cometiendo el error de exponer lo negativo de la situación sin ofrecer solución alguna. Es por ello, que en nombre de mi generación y de todos aquellos a los que nos concierne la emergencia climática, hago un llamamiento por la acción.
Como ciudadanos debemos exigir a nuestros gobiernos que tomen medidas y, concretamente los jóvenes, desempeñamos un papel fundamental aquí. A través de la educación, y siempre desde el respeto, tenemos el deber de no conformarnos y de cambiar las cosas. Debemos aprovechar proyectos como 1Planet4All y cualquier oportunidad que se nos presente, para hacer oír nuestras ideas, exigir al mundo compromiso y solidaridad y, sobre todo, insistir en que se necesita ya.