Lidia Moriano
“Me han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías. Y, sin embargo, soy de las afortunadas. La gente está sufriendo. La gente se está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando…. Sin embargo, ¿ustedes vienen a nosotros, los jóvenes, en busca de esperanza?” Estas fueron algunas de las palabras de Greta Thunberg en la Cumbre Climática de la ONU de 2019, con las que muchas personas de mi generación nos sentimos identificadas.
Según datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud), en los próximos 50 años se prevén millones de muertes de personas a causa del cambio climático, por lo que la crisis climática ya es una emergencia sanitaria.
El aumento de las temperaturas en las últimas décadas, conocido como calentamiento global, es una consecuencia de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera provocada principalmente por parte de las industrias, que ha provocado que ocurran con mayor frecuencia eventos climáticos extremos en nuestro planeta. Sequías, incendios, olas de calor, escasez de agua, aumento del nivel del mar, desertificación… son amenazas a las que se enfrenta la humanidad y que afectan a nuestro bienestar y salud.
El Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) advierte que el cambio climático está provocando modificaciones en las características de las enfermedades.
Muchas enfermedades son muy sensibles a los cambios de temperatura y pluviosidad, influyendo así sobre la frecuencia y la distribución a nivel global de infecciones transmitidas por vectores como garrapatas o mosquitos. El fenómeno de “El Niño” es el ejemplo más conocido de variabilidad climática natural y se asocia a un aumento del riesgo de ciertas enfermedades transmitidas por mosquitos, sobre todo de paludismo. Se ha observado que durante este fenómeno climático aumentan en un 30% los casos de paludismo en Venezuela y Colombia, y los casos se multiplican por cuatro en Sri Lanka. Y lo mismo ocurre con el dengue en las islas del Pacífico, sureste de Asia y Sudamérica.
Otras consecuencias indirectas del cambio climático en la salud
La desnutrición causada por las sequías, la escasez de agua y la inseguridad alimentaria es otro problema que está afectando a la salud de las personas, sobre todo en países menos desarrollados. En este sentido, según la ONU (Organización de las Naciones Unidas), en 2050 más del 60% de la población de la Tierra podría vivir en condiciones de estrés hídrico, lo que agravará la desigualdad alimentaria y dará lugar a un creciente número de conflictos por la lucha por los recursos.
Por otra parte, la calidad del aire también tiene graves riesgos para la salud derivados de la exposición a partículas en suspensión (PM) y al ozono (O3), entre otros contaminantes, y cuyas concentraciones pueden aumentar con el cambio climático. La exposición a la contaminación atmosférica hace que aumente el número de alergias y enfermedades respiratorias, sobre todo en grandes núcleos urbanos. La OMS afirma que puede lograrse una considerable reducción a la exposición de contaminantes en el aire si se reducen las emisiones debidas a la quema de combustibles fósiles, que a su vez podría mitigar el calentamiento global por la reducción de GEI.
Para combatir el cambio climático y acelerar las acciones e inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono, se han establecido una serie de objetivos en el Acuerdo de París en el que países de todo el mundo se comprometen a hacer lo posible por luchar frente a esta emergencia climática.
El principal objetivo de este Acuerdo de París de 2015, también comentado en la Cumbre Climática de 2019, es reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático neutralizando las emisiones de carbono para 2050 y limitando la temperatura global a 1,5 ºC para finales de siglo.
Para lograr estos objetivos, en primer lugar, es primordial tratar a la emergencia climática como una amenaza real y actual para la salud. Y, en segundo lugar, tomar las medidas necesarias para afrontar la lucha contra el cambio climático y reducir sus efectos sobre la salud.
Es primordial tratar a la emergencia climática como una emergencia sanitaria
Los profesionales sanitarios, cuya función es prevenir, diagnosticar y tratar las enfermedades, actualmente tienen que encarar aquellas que ya se están desarrollando a consecuencia del cambio climático para frenar su propagación.
Además, este problema también se puede tratar desde la perspectiva medioambiental, reduciendo las emisiones de contaminantes y gases de efecto invernadero a la atmósfera por parte de los sectores que más emiten.
También pueden desarrollarse estrategias de gestión de residuos y llevar a cabo proyectos de replantación para generar más zonas verdes que mitiguen los efectos de las altas temperaturas y ayuden a prevenir las inundaciones.
Uno de los proyectos más increíbles y ambiciosos que se están realizando hoy en día es el de la Gran Muralla Verde en África, una iniciativa para ayudar a combatir los efectos del cambio climático y la desertificación mediante la reforestación del Sahara y Sahel de este a oeste creando una muralla de vegetación. Este proyecto aún está en desarrollo, pero ya se están haciendo ver algunos resultados como la mejora de la seguridad alimentaria de esas poblaciones de África, la mitigación de los efectos del cambio climático o la reducción de conflictos de la zona por los recursos.
Estas ideas nos hacen ver que es posible afrontar la emergencia climática que ya estamos viviendo. No sólo porque afecta a nuestra salud y calidad de vida, si no también por todos los seres vivos y ecosistemas del planeta, tenemos que esforzarnos por llevar un modo de vida más sostenible y adaptarnos a los nuevos retos para un futuro mejor.