Elena Rúa
La capacidad de las personas para aprender es algo innato y permanece a lo largo de la toda la vida. Sin embargo, a menudo asociamos que la escuela es el único espacio posible para que tenga lugar el aprendizaje, a pesar de que sabemos que fuera del sistema educativo formal adquirimos y desarrollamos habilidades, conocimientos, conductas y valores, a través de las interacciones cotidianas, la familia, el trabajo, los medios de comunicación y las redes sociales, etc. La educación, por tanto, tiene espacios de desarrollo formales, informales y no formales, donde poder desplegarse.
La educación no formal
El concepto de educación no formal fue citado por primera vez en la Conferencia sobre Crisis mundial por la Educación 1967, viendo que la educación formal no podía abarcar la educación de todas las edades. Se describe como las prácticas y procesos desprendidas de la participación de las personas en grupos sociales estructurados pero cuya estructura no se certifica. Todos estos procesos y prácticas son desarrollados con intencionalidad educativa de enseñar y aprender.
La educación no formal es definida, en el glosario de la UNESCO, como aquella que representa una alternativa o un complemento a la educación formal de las personas, dentro de los procesos de aprendizaje permanente. Es reconocida como forma de garantizar el derecho humano a la educación de manera universal, mediante la interpelación a todos los grupos de edad, sin estar necesariamente estructurada como una trayectoria continua. En la educación no formal, la construcción de conocimiento va de la mano de la democratización del acceso a los saberes y la circulación de experiencias.

Como plantea Sirvent (2006), las experiencias de educación no formal habilitan el “más allá de la escuela”, y, al mismo tiempo, tienen que esforzarse para no reproducir las posibles injusticias, falta de igualdad de oportunidades y de equidad que en ocasiones los sistemas educativos formales sufren.
Las características de la educación no formal entrañan que se desarrolla en todas las edades y para todas las necesidades de aprendizaje; desde la voluntariedad y con carácter estructurado en objetivos didácticos complementando a la formal, siendo abierta y continua, con procesos integrales.
Es una herramienta de socialización y participación, que potencia la comunicación ofreciendo una respuesta flexible ante el análisis de realidad y fomentando actitudes y aptitudes. Las metodologías que se usan en la educación no formal permiten por ello la transmisión de valores y quien recibe la enseñanza es quien marca el camino, mediante su participación en espacios diversos y multidisciplinares.
Por todo ello, la educación no formal se considera adecuada para que las personas se involucren con los cambios necesarios para promover el desarrollo sostenible; lo que implica tener en cuenta el bienestar de otras personas, formarse en conocimientos, promover la reflexión crítica y análisis del entorno, etc. Según un análisis efectuado para el Informe GEM, las actividades inclusivas bien concebidas y accesibles para todas las personas mejoran la resolución de conflictos y la cohesión social, aumentaba la conciencia de los marcos jurídicos y los conceptos relativos a los derechos humanos y promueven un sentimiento de ciudadanía mundial.
La educación no formal y el ODS4 en su meta 7
Para que este tipo de educación no formal tenga lugar, y llegue a todo el mundo, se requieren esfuerzos específicos orientados a promover la participación de quienes están en situación de vulnerabilidad social de manera específica para que pueda ser inclusiva, equitativa y de calidad, tal y como se describe en el objetivo de desarrollo sostenible(ODS) número 4 de la Agenda 2030.
El enfoque de derechos es la base para el cumplimiento de los ODS, apoyando el desarrollo de capacidades en los garantes de derechos para cumplir con sus obligaciones y alentando a las personas titulares de derechos a reivindicarlos. Se hace pues imprescindible para ello, trabajar para posicionar a los niños, niñas y jóvenes como agentes de cambio, en lo relativo a la consecución de los ODS, siendo clave la defensa del papel de la educación no formal para ello.
La meta 7 del ODS4, precisamente se alinea con un marco del aprendizaje a lo largo de toda la vida y no especifica los niveles de la enseñanza ni los grupos de edad a los que se aplican sus temas. Esta meta señala que todo el alumnado debería adquirir los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible. Para ello, señala la necesidad de promover la educación para el desarrollo sostenible y los estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la cultura al desarrollo sostenible. Es lo que se denomina la Educación Transformadora para la Ciudadanía Global.
En esta, a los y las estudiantes de educación formal y no formal, se les exponen cuestiones referidas a sostenibilidad y ciudadanía mundial no solo en las escuelas, sino también en asociaciones y clubes académicos o de estudiantes, de deportes, clubes de debate, obras de teatro, grupos musicales, el trabajo voluntario y otras actividades.
Sostenibilidad y educación para el desarrollo sostenible
En la meta 4.7.; la Educación para el Desarrollo Sostenible, se define como la mejor herramienta para promover una ciudadanía global que sea capaz de generar una cultura de la solidaridad, comprometida en la lucha contra la pobreza y la exclusión, así como con la promoción del desarrollo humano y sostenible, por ello cuenta con una estrategia que posiciona a la infancia y la juventud como agentes de cambio para la consecución de la agenda 2030 gracias a labor e implicación que estos pueden tener dentro de su comunidad.
El concepto de sostenibilidad, se acuña en un documento de 1987 llamado “nuestro futuro común”, también conocido como Informe Brundtland, editado para NNUU, que lo cita por primera vez, alertando de consecuencias negativas medioambientales del desarrollo económico. Fue definido como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Sus tres ejes de reflexión fueron el crecimiento económico, la protección medio ambiente y el desarrollo social. Asumir que la naturaleza no es inagotable y se necesita un uso racional. Promover desarrollo social buscando cohesión entre comunidades y culturas, crecimiento económico que genere riqueza equitativa para todos sin dañar el medio ambiente.
Posteriormente ya en 2013, se aprueba el Plan de Acción Global de Educación para el Desarrollo Sostenible (PAG de EDS) por la UNESCO de 2015-2019; que es actualmente el documento de referencia a nivel internacional para la promoción de la EDS y reconoce la importancia de la educación no formal, así como el papel de Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) para alcanzar este objetivo. En este documento, la educación para el Desarrollo Sostenible, es reconocida como elemento clave de la educación de calidad y facilitadora crucial del desarrollo sostenible.
Analizando de manera específica lo relativo a la promoción de la educación para el desarrollo sostenible (EDS), traemos la definición de la misma según la UNESCO, que la define resaltando que permite que los educandos de todas las edades tomar decisiones informadas y actuar a título individual y colectivo con el objetivo de cambiar la sociedad y cuidar el planeta. Esto supone que es un aprendizaje a lo largo de toda la vida y que es parte de una educación de calidad que se enuncia en el ODS nº 4 como ya decíamos.
En 2021, tuvo lugar la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre Educación para el Desarrollo Sostenible #AprenderPorElPlaneta, que generó una declaración final de Berlín donde se expresaba el compromiso de Integrar la EDS en todos los niveles de la educación y la formación, desde la primera infancia hasta la educación terciaria y de personas adultas, incluida la enseñanza y formación técnica y profesional (EFTP), así como en la educación no formal y el aprendizaje informal, de modo que todas las personas tengan oportunidades de aprendizaje permanente a lo largo de toda la vida para el desarrollo sostenible;
En España, también se ha ido aunando el binomio educación y medio ambiente, con la publicación del Libro Blanco de la Educación Ambiental, que data de 1999 y que ofrece un mosaico de ideas y propuestas para que la educación ambiental contribuya a mejorar la participación de la población en la prevención y resolución de los problemas ambientales.
Y a posteriori, se desarrolla el Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad (PAEAS) 2021-2025, como una herramienta fundamental para avanzar hacia escenarios de sostenibilidad social, económica y ambiental, y lograr una sociedad más justa. Ofrece un marco de trabajo participado a partir del cual reforzar, desde las herramientas de influencia social y cultural –comunicación, educación y formación, capacitación y participación– aquellas políticas que deben hacer frente a los desafíos climáticos y ambientales.
Igualmente, la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (en adelante, LOMLOE) incorpora por primera vez referencias explicitas a la Educación para el Desarrollo Sostenible y la Educación para la Ciudadanía Mundial, reflejadas en la Agenda 2030; tanto de forma transversal como en la asignatura de Valores Cívicos y Éticos. La LOMLOE habla de sostenibilidad ya desde el preámbulo, reconociendo el desarrollo sostenible como uno de cinco los enfoques clave de la ley (los demás son derechos de la infancia, igualdad de género, personalización de los aprendizajes y competencia digital).

En el artículo 1 sobre los principios que guían la ley se incluye “la Educación para la transición ecológica con criterios de justicia social como contribución a la sostenibilidad ambiental, social y económica”. El título IV recoge asimismo que “el sistema educativo no puede ser ajeno a los desafíos que plantea el cambio climático del planeta, los centros docentes han de convertirse en un lugar de custodia y cuidado de nuestro medioambiente”. Y es que la nueva ley educativa establece que los centros se conviertan en “entornos dinamizadores donde la Educación para la Sostenibilidad impregne el aprendizaje” y forme a los y las estudiantes en la adquisición de competencias en ese campo.
Conclusiones
Centrándose en la Meta 4.7 ya mencionada y analizada, y ampliando este marco de referencia más allá de las aulas, las OSC son actores estratégicos por su compromiso con la sostenibilidad y la promoción de una ciudadanía crítica y comprometida; pues su función primordial es llegar a todos los grupos etarios, más allá de las instituciones educativas y de las edades que en teoría comprende el sistema educativo formal, todo ello mediante prácticas e intervenciones en espacios de educación no formal.
La presencia e intervención directa de las organizaciones sociales en los territorios es una ventaja pues fortalece su capacidad de articulación con la sociedad y las administraciones públicas, y su potencial en la consolidación de los procesos de cambio social que los ODS buscan.
En las prácticas de educación no formal, se encuentran experiencias diversas en abordajes, que aportan y recuperan contenidos cognitivos y no cognitivos del aprendizaje. Estas experiencias también proporcionan los conocimientos, las capacidades, los valores y las actitudes que necesitan las personas para tomar decisiones fundamentadas y asumir un papel activo en el ámbito local y mundial para contribuir a resolver los problemas relacionados con las dimensiones de la Meta 4.7.
Podríamos sugerir que, en realidad, en lugar de EDS, quizás sería mejor hablar de aprendizaje para la sostenibilidad, ya que el protagonismo es de quien aprende. Por otra parte, concluimos que debemos superar la esfera de lo individual, para desarrollar la capacidad de colaborar con otras personas para provocar un cambio en las instituciones y estructuras sociales, y para ello, necesitaremos que el proceso de aprendizaje sea desde el plano cognitivo (capacidad de reflexión y de adquisición de conocimientos), socio-emocional (valores, actitudes y competencias sociales que contribuyen al desarrollo afectivo), psicosocial (les permiten vivir con los demás de forma respetuosa y pacífica) y actitudinal (conducta, desempeño, aplicación práctica y compromiso).
Hemos de ser conscientes de que los conocimientos y prácticas sostenibles que se aprenden requieren ser incorporados a nuestros hábitos individuales y colectivos mediante multitud de decisiones y actividades diarias.
Ser conscientes del valor de la corresponsabilidad, el respeto, la solidaridad, la coherencia y la necesidad de la movilización individual y colectiva en pro de la sostenibilidad. Y para ello, es necesario vivenciar en primera persona el aprendizaje activo y continuado que facilite que la persona tome conciencia de la realidad y de su capacidad de transformarla. Esto es lo que nos ofrece la educación para la ciudadanía global, que, promovida desde la educación formal y no formal, nos interpela a responsabilizarnos frente a las desigualdades e injusticias sociales y ejercer nuestros derechos, a través de la participación activa, siendo protagonistas directos de las soluciones.
La Agenda 2030, y en especial la defensa del medio ambiente, conlleva grandes cambios que necesitan, para poder realizarse, de una sociedad civil que entienda y comparta los retos a los que nos enfrentamos, promoviendo el esfuerzo colectivo, y dando especial relevancia a la participación de la infancia y la juventud como protagonistas de los procesos de movilización e incidencia. Así pues, en la educación para el desarrollo sostenible, todas las personas somos necesarias para aprender y enseñar, ya sea en la educación formal y no formal, que deben tender a confluir como menciona Pilar Alegría Continente (Ministra de Educación y Formación Profesional del Gobierno de España) en su publicación Aproximar las enseñanzas formales y las no formales: una confluencia necesaria.
“El aprendizaje transformador de las personas y el planeta es necesario para nuestra supervivencia y la de las futuras generaciones. El momento de aprender y de actuar en defensa de nuestro planeta es ahora.”
Declaración de Berlín sobre la Educación para el Desarrollo Sostenible; perspectivas de futuro