Emergencia climática

Para el sector privado, ¿es compatible la generación de beneficios con la contribución al desarrollo sostenible?

Irina Calleja

¿Cuántas veces hemos ido a un supermercado y hemos comprobado que los productos marcados como ”eco” son más caros? Pensamos que esto es algo normal en nuestro mundo. Al parecer, lo bueno para el medioambiente es malo para nuestros bolsillos. Viendo la situación del planeta, es necesario comprender de dónde vienen esos céntimos de más.

El cambio climático es un tema recurrente en nuestras vidas, sobre todo en los últimos años. Muchos consideran que la causa de este problema son las emisiones de CO2 o la tala de bosques, pero la verdad es que la lista de causas se alarga a medida que investigas.

Una de estas es el sistema de producción masiva utilizado por las grandes empresas del sector privado, quienes guiados por intereses propios, dejan a un lado el bienestar del planeta. La revolución industrial marcó un punto de inflexión ya que trajo consigo grandes consecuencias. La producción en serie, que tiene su origen en este período, es una de las mayores emisoras de CO2 y tiene un gran impacto ambiental sobre la tierra y agua a su alrededor.

Las razones que guían a estas empresas son generalmente económicas.

La solución parece sencilla: hacer que estas compañías cambien su forma de producción. Sin embargo, en un mundo en el que todo depende del dinero, esta no es una opción. El deseo de producir la mayor cantidad de productos en el menor tiempo posible lleva a las empresas a usar una metodología que no es compatible con la contribución al desarrollo sostenible.

La mayor parte de las empresas optan por crear sus productos haciendo uso de diferentes sustancias químicas. Más tarde esos productos son envueltos en paquetes (normalmente de plástico) y, por último, son distribuidos por todo el mundo. Estamos tan acostumbrados a este proceso que muchas veces olvidamos las consecuencias que estos actos tienen en nuestro planeta.

Los procesos necesarios para producir de forma más ecológica harían que esos mismos productos fueran más costosos. Tal y como comprobó un estudio realizado en junio de 2021 por la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios), los productos marcados como “eco” o “bio” son de media tres veces más caros que los de marca blanca.

Analicemos esa cadena de producción que hemos citado, en el caso de la alimentación.

Por un lado están las sustancias químicas con las que se rocían grandes plantaciones. Por los efectos positivos que estas sustancias tienen sobre los alimentos, ayudando a fortalecer el sabor y mejorar la apariencia de estos productos, los proveedores pasan por alto muchas de las consecuencias que estas pueden tener. 

Si nos fijamos en los seres vivos que dependen de estas plantas, estas sustancias tienen un impacto mayor del que imaginamos. Los agroquímicos utilizados por las grandes empresas acaban por matar a una considerable cantidad de insectos y aves, que actúan como base para el ciclo de vida de cualquier planta y de los que dependemos.

Un artículo publicado en la “Revista peruana de Medicina Experimental y Salud Pública” calculó que entre 60 y 70 millones de aves mueren anualmente por esta causa, y el número de insectos es aún mayor. Por si esto no fuera suficiente, 200.000 personas mueren al año por los efectos indirectos de dichos pesticidas, que se relacionan con diversas enfermedades como el alzhéimer o el cáncer, según un estudio realizado por la ONU.

Por otra parte, el empaquetamiento excesivo de productos como plátanos o mandarinas representan el 28% del uso de plástico. Una gran parte de estos envoltorios son innecesarios, puesto que los productos vienen con el envase más sostenible, natural y respetuoso de todos: la piel.

No obstante, la necesidad de estos paquetes se ha incrementado con el paso de los años y el modo de empaquetar se ha convertido en una gran estrategia de marketing. Desde envases con dibujos divertidos usados para atraer la atención del consumidor, hasta pequeñas bolsitas de plástico con las que se busca una mayor comodidad.

El límite se alcanzó cuando la cadena de supermercados Whole Foods, especializada en productos naturales y orgánicos, comenzó a comercializar una naranja pelada en un envoltorio de plástico. Esto generó gran debate en Twitter tras el comentario de una mujer: «si la naturaleza fuera capaz de encontrar una manera de cubrir estas naranjas, no tendríamos que gastar tanto plástico». Dicho mensaje hizo reflexionar a los lectores, que se dieron cuenta de la inutilidad de este envase.

Por último, la necesidad de transportar los productos por todo el mundo tiene como consecuencia una gran emisión de CO2. De hecho, un estudio realizado por investigadores de las universidades de Exeter (Reino Unido) y de Girona ha confirmado que un solo viaje de un barco transatlántico contamina lo mismo, o más, que 12.000 coches.

Teniendo en cuenta que hay alrededor de 90.000 barcos con esta misión en el mundo, llegamos a la conclusión de que el transporte marítimo sale extremadamente caro para el medioambiente. Según la Comisión Europea, solo el transporte de mercancías genera el 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el continente europeo.

A pesar de los continuos avisos, muchos ignoramos la magnitud del problema.

Hace años, junto a los primeros signos de emergencia climática, los países de todo el mundo se unieron para diseñar un plan de acción contra este gran problema. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, muchos de ellos no han sido capaces de cumplir los objetivos acordados. Por ejemplo, en el caso de España, para alcanzar los objetivos acordados se calcula que sería necesario que las emisiones de dióxido de carbono producidas por nuestro país disminuyeran en un 21%.

Por otra parte, otras medidas establecían que es necesario disminuir el uso de plástico. Por suerte, aunque aún queda mucho para poder conseguirlo, en los últimos años se ha reducido considerablemente el uso de este material gracias a medidas como el pago obligatorio de las bolsas de plástico en los comercios o directamente la sustitución de estas por bolsas de cartón.

Pero si la situación continúa como hasta ahora, se espera que para el 2050 los periodos de sequía se prolonguen y las temperaturas, tanto máximas como mínimas, sean cada vez más extremas.

Por ello es importante que actuemos y necesario dar pasos hacía delante, hasta acabar con el cambio climático.

Las empresas compiten por ofrecer sus productos de la forma más barata posible, pero este objetivo es incompatible con el deseo de contribuir al desarrollo sostenible. Son pocas las marcas que pueden permitirse subir los precios de sus productos sin arriesgarse a perder parte de sus clientes, normalmente las que tienen esta posibilidad son conocidas mundialmente y tienen muchas ganancias. Esto debería dar una enorme ventaja a esas marcas líderes, quienes tienen la posibilidad de impulsar una venta más ecológica.

Pero no todas las empresas tienen esta suerte. Para aquellas menos conocidas sería importante tener un buen marketing para dar a conocer su marca, de manera que puedan ganar la base económica que necesitan para llevar a cabo su negocio de forma más ecológica. Es importante que estas marcas vean en las grandes un modelo a seguir en este sentido, una tendencia hacia la sostenibilidad.

Por otro lado, también es necesario un cambio en el uso de productos químicos utilizados por estas empresas. Para muchas de ellas es difícil imaginar una producción en la que estas sustancias no sean utilizadas, ya que sus productos perderían gran parte de sus características: tamaño, color y sabor en caso de los alimentos; brillo y suavidad en la tapicería… Por ello deberíamos acostumbrarnos como usuarios a premiar y ver los objetos como de verdad son, sin una forma perfecta.

La desinformación acerca de este problema es uno de los factores más importantes. 

La ayuda de los medios de comunicación sería decisiva para crear una sociedad más capaz de hacer frente al problema. Los anuncios publicitarios también deberían mostrar unos productos más naturales, para que cuando estos salgan al mercado los consumidores entiendan que las pequeñas imperfecciones de los productos no significan que sean de menor calidad.

Aún así, debemos tener cuidado, porque no todo es lo que parece. Existen empresas que utilizan técnicas y estrategias de marketing verde donde nos venden una idea diferente a la realidad, esto es lo que se conoce como greenwashing. Es el caso, por ejemplo, de las etiquetas bio o eco que marcan a un producto como ecológico cuando la realidad es otra distinta. Por ello es necesario la honestidad y responsabilidad empresarial.

El conocimiento es la base de las buenas decisiones y, sin una información precisa, es imposible para los consumidores diferenciar qué productos son los más sostenibles.

Y es que no debemos olvidar que una parte importante depende de nosotros, los consumidores. El impacto de nuestras decisiones a la hora de comprar es mayor de lo que creemos porque casi todas las empresas se rigen por la ley de la oferta y la demanda, de modo que si los consumidores buscamos productos respetuosos con el medio ambiente, esos pasarán a ser la clase de productos creados por las compañías.

Por otro lado, es imposible para las empresas producir de forma más ecológica si nosotros no las ayudamos. Si todos nosotros buscamos comprar de forma barata, sin tener en cuenta el método usado en la producción o la calidad final del producto, es imposible para las empresas tener ganancias.

Debemos impulsar la venta de productos de km 0, o de proximidad, eligiéndolos por delante del resto de opciones. Esta decisión no solo ayudaría al planeta, sino que también impulsaría la economía local. Igual pasa con los alimentos producidos de forma ecológica. A pesar de ser más caros que los que estamos habituados a comprar, debemos valorar el coste añadido a la producción y comprender que esos céntimos de más son de gran ayuda para el planeta.

En conclusión, la situación actual deja poco margen a las empresas para producir de forma sostenible y tener ganancias al mismo tiempo. Sin embargo, la solución a este problema está cada vez más cerca.

Sobre el autor

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Estudiante de 2° de Bachillerato en el País Vasco. Me gusta salir a andar al monte o a la playa, y entrenar atletismo con mis amigos.
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