Pilar Lara
Par empezar a responder a esta pregunta, lo primero que haría sería cambiarla un poquito. Creo que sería más acertado preguntarnos: ¿qué repercusiones tiene el binomio cuidados-mujeres en la emergencia climática?
Sustituir “consecuencias” por “repercusiones” y “clima” por “emergencia climática” ayudaría a centrar un poco más la pregunta y a que se entendiera mejor. Hablar de cuidadoS y mujereS es ya un tema de fondo. La diferencia entre el singular y la pluralidad es muy importante, pues define una realidad.
Cuando hablamos de “cuidados” nos referimos al “conjunto de tareas que producen bienes y servicios que sirven para regenerar cotidiana y generacionalmente el bienestar físico y emocional de las personas, y que se producen normalmente en circuitos de intimidad y en el marco de los hogares”.
“Ciutat Cuidadora”, Ayuntamiento de Barcelona
Expresado de una forma más coloquial: todo lo que se hace habitualmente con una repercusión directa en que las personas vivamos y nos sintamos bien y que normalmente no está pagado. La definición entrecomillada, de la iniciativa “Ciutat Cuidadora” del Ayuntamiento de Barcelona, me gusta mucho. En ella se deja claro que loS cuidadoS son muchos. No se trata de una actividad puntual que se realiza en un momento determinado por una persona o institución que ayuda a otra persona que no puede cuidarse por sí misma (un bebé, una persona anciana) Es algo más amplio y complejo. Se plantean los cuidados no como una situación excepcional, sino como una característica inherente a la naturaleza humana.
Hay otras definiciones, como la de la OMS, que plantea que “El cuidado es el conjunto de actividades y el uso de recursos para lograr que la vida de cada persona esté basada en la vigencia de los derechos humanos”. La alusión a los derechos humanos en esta definición es importantísima, pero no aparecen otros elementos (afectivos y emocionales) ni la importancia del ámbito en el que hoy por hoy se producen mayoritariamente estos cuidados (el ámbito privado) y que nos lleva a la segunda parte del binomio: las mujeres.
Y otra vez vuelvo al plural porque cuando hablamos de “mujeres” nos referimos a una parte muy importante (alrededor del 51%) de la población mundial. En ningún caso se trata de un colectivo identitario, no hay una “identidad mujer” que nos equipare a todas y nos represente. Por eso el plural, también aquí, es importante.
En el orden social, del pasado y el actual, se dan una serie de desigualdades entre mujeres y hombres que hacen que la mitad de la población (las mujeres) estemos en una posición de subordinación frente a la otra mitad (los hombres). Te encuentras con personas que afirman que ya no existe un “trato desigual” entre mujeres y hombres, que en la mayoría de los países los derechos de mujeres y hombres son los mismos. Sin duda se ha recorrido un largo camino gracias a las reivindicaciones feministas en la eliminación de factores de discriminación, pero aún queda mucho por recorrer. Las mujeres han estado históricamente (y aún lo están en todas las sociedades) subordinadas a la generación de vida y sus cuidados. Una parte muy importante de las discriminaciones por género se dan porque los hombres no sufren (al menos no de forma estructural) esa subordinación. La palabra estructural también es importante porque no es algo puntual y aislado, sino sistémico y universal.
En esta subordinación de las mujeres hacia los cuidados se da una paradoja. Nos ha colocado históricamente como seres delicados que debíamos ser “cuidados” (lo que en la práctica real se traducía en “tutelados”) por los hombres, invisibilizando las tareas de cuidado real (emocional y físico) que nosotras ejercíamos. Durante muchos años desde los movimientos feministas se ha luchado por eliminar esa tutela para poder acceder libremente a derechos como la educación, la participación política, económica…
¿Y qué tiene todo esto que ver con la emergencia climática?
Desde los movimientos feministas (que también son plurales y esto es algo en ocasiones difícil de entender desde el patriarcado, ese “yo soy el hombre” frente al “nosotras somos las mujeres”) no sólo se ha luchado contra las distintas discriminaciones y la consecución de derechos. También se ha reivindicado la importancia de tareas que estaban totalmente invisibilizadas y que se vinculan principalmente con los cuidados y los aportes que históricamente las mujeres han realizado para poder cubrir esta necesidad humana.
Gracias a esta lucha, los cuidados han superado el ámbito personal y privado, saltando del cuidado de las personas a otros espacios, como el económico (se habla de economía de los cuidados, de nuevos nichos de empleo…) o, como en el caso que nos ocupa, de los movimientos sociales como el ecologismo (vinculado al cuidado de la vida y el planeta) con el surgimiento del ecofeminismo. Hay quien dice que este término es innecesario, que el ecologismo ya pone la vida en el centro. Desde mi punto de vista, negar esta aportación del feminismo a la ecología es invisibilizar nuevamente el aporte que las mujeres hacen socialmente.
El ecofeminismo es una corriente de pensamiento y movimiento social que pone los cuidados en el centro de la vida (tanto de otras personas como de la tierra) y denuncia que existe relación entre la subordinación de las mujeres y otros grupos sociales no privilegiados con la explotación de la naturaleza. Dicho de otra forma: el sistema está pensado para que la mitad de la población (los hombres) puedan poner sus intereses a corto plazo por encima de todo, pues socialmente está “bien visto” que pongan los recursos naturales y la generación y el cuidado de la vida a su servicio. El ecofeminismo analiza cómo esta visión es perniciosa no sólo para las mujeres, sino para toda la especie humana (la mitad son hombres) y todo el planeta tierra.
El ecofeminismo añade luz en varias vías, sobre cómo las políticas de adaptación y mitigación frente al cambio climático deben tener en cuenta a toda la población mundial en todas partes (y esto incluye a la mitad de la población que somos mujeres).
Uno de sus aportes es poner el foco en cómo los efectos del cambio climático pueden abrir aún más las brechas de discriminación entre mujeres y hombres. Las seguías, los fenómenos climatológicos adversos, la falta de alimentos, las migraciones… no afectan de igual manera a mujeres y hombres. Un ejemplo claro es el caso de los recursos hídricos. En una encuesta realizada en 61 países empobrecidos se muestra que, en el 80% de los hogares que carecen de agua corriente, las mujeres y las niñas son las responsables de recolectarla[1]. También podríamos, mirando más de cerca, preguntarnos en quién recae, mayoritariamente, la gestión en el hogar de las distintas tarifas horarias en la factura de la luz y estar calculando el mejor momento para cocinar o poner la lavadora, aunque eso suponga alterar totalmente las horas de descanso. Es importante que las políticas que se implementen para paliar los efectos adversos del cambio climático tengan en cuenta estos aspectos y no sólo no incrementen, sino que ayuden a disminuir estas brechas de desigualdad.
La eliminación de estas brechas es fundamental para mejorar las condiciones de vida de las mujeres e incorporar su saber y su iniciativa en la lucha contra la emergencia climática. En esta incorporación hay una parte de acceso de las mujeres a espacios públicos, a puestos de investigación, políticos y económicos, que debe darse en mayor medida y aumentar la “cantera” de personas preparadas para luchar contra la emergencia climática. Pero también poner en valor los saberes vinculados al cuidado y que han estado históricamente feminizados.
Y aquí viene la segunda aportación del ecofemismo en la lucha contra el cambio climático. Llevar los cuidados al espacio del debate público y ponerlos en el centro, ampliando su influencia hasta ahora restringida a lo privado y lo domestico. Esto puede tener efectos positivos a nivel económico, por ejemplo, el trabajo de cuidados no remunerado en España equivale al 15% del PIB, según la OIT[2] . También a nivel político y social. Un ejemplo puede ser el caso de Ruanda, con un parlamento fuertemente feminizado (debido al trágico genocidio de 1994) que es pionero en leyes que incorporan elementos de lucha contra la desigualdad y la conservación de la naturaleza[3].
No sólo se trata de que los cuidados se tengan en cuenta a la hora de diseñar políticas de desarrollo profesional, algo imprescindible si queremos la incorporación plena y en igualdad de condiciones de las mujeres al ámbito laboral, científico y activista…, sino de incorporar los aportes del ecofeminismo, y los cuidados, a la definición de políticas públicas que luchen contra el cambio climático.
Tener en cuenta los cuidados en las políticas migratorias (ya hablamos sobre cadenas globales de cuidados); en el desarrollo urbanístico (priorizando en la configuración urbana los espacios comunitarios, personales y humanizados frente a las actividades productivas y el beneficio económico a gran escala); en la conservación de los entornos naturales (analizando la despoblación de los entornos rurales con perspectiva de género y cómo y por qué son las mujeres quienes en mayor medida abandonan estos entornos) son sólo algunos ejemplos.
Así que volviendo a la pregunta ¿Qué repercusiones tiene el binomio cuidados-mujeres en la emergencia climática? Pues muchas y serán positivas o negativas, dependiendo del valor que le demos como sociedad a los cuidados. Si somos capaces de construir sociedades más volcadas hacia esta necesidad de las personas y el plantea, haremos mejores políticas frente al Cambio Climático. Para ello, la mitad de la población, las mujeres, tenemos mucha experiencia histórica y mucho que aportar.
[1] El progreso de las mujeres en el mundo 2019-2020. http://www.progress.unwomen.org/
[2] El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado para un futuro con trabajo decente https://www.ilo.org/global/publications/books/WCMS_737394/lang–es/index.htm
[3] Existen visiones críticas sobre los distintos niveles a los que las mujeres en Ruanda están pudiendo acceder a el ejercicio real de sus derechos y otros aspectos políticos y administrativos, pero hay un consenso amplio sobre el cambio que ha supuesto el acceso de las mujeres al parlamento del país.