Marina Fernández-Casas Pérez-Aguilera
Desde pequeña, siempre me han enseñado la importancia de reciclar: mis padres siempre me repetían que había que reutilizar las bolsas de plástico, clasificar la basura… Estos pequeños actos se convirtieron en algo que simplemente hacía por costumbre. ¿Pero qué había detrás de ellos? ¿Por qué tenía que hacerlo?
No fue hasta el año pasado, que tuve la oportunidad de participar en la Liga de debate 1Planet4All, cuando empecé a informarme acerca de la emergencia climática, de lo mucho que nos afecta y, sobre todo, que nos afectará en nuestro día a día.
Somos una generación de la que depende el futuro. Somos independientes y consumidores exigentes. Somos una generación potente. Pero hemos de despertar de la ignorancia y actuar frente a este gran reto urgentemente, porque si no actuamos nosotros… ¿Quién va a hacerlo?
Nuestra generación, una generación que tiene el futuro de nuestro planeta en sus manos.
La emergencia climática es la aceleración del cambio climático que haría inviable la vida en la tierra. Es la crisis más importante de nuestros tiempos, siendo reconocida por algunos países como problema humanitario. Según la ONU, los polos se están derritiendo, la temperatura aumenta, continuamente se incendian miles de hectáreas… Y éstas son sólo algunas de las numerosas consecuencias de la emergencia climática.
Hasta ahora hemos visto cómo el planeta sufría, no obstante, la aparición de nuevas enfermedades ha evidenciado el problema. Debido en parte a todos estos cambios drásticos que está experimentando la Tierra, floreció un nuevo virus que cambió por completo nuestras vidas.
Algunos médicos, como el prestigioso pediatra Ferran Campillo, afirman que, el 20% de la salud de una persona corresponde al sistema sanitario mientras que el 80% al entorno, la forma en la que vivimos y los genes. ¿Podremos sobrevivir al día de mañana si el ambiente perjudica tanto nuestra salud? Actualmente podemos observar que esta pregunta no nos resulta tan lejana.
La COVID ha sido una de las primeras enfermedades que ha traído consigo el cambio climático, pero probablemente no sea la última. Si no actuamos contra la emergencia climática, puede que no tengamos donde vivir el día de mañana.

Causas y consecuencias del cambio climático
El efecto invernadero es necesario para poder albergar vida ya que, gracias a él, la atmósfera retiene parte del calor del Sol. Pero el problema comienza cuando, con las actividades que realiza el ser humano, se emiten una serie de gases que hacen que la atmósfera retenga más calor del necesario provocando un aumento de la temperatura que conlleva al calentamiento global.
La principal causa del cambio climático es el calentamiento global. Las consecuencias son innumerables. Ya en 2019 la temperatura aumentó 1.1º C, una ola de calor derritió inmensas cantidades de hielo causando un incremento del nivel del mar, se provocaron numerosos incendios y se registró una generación masiva de gas de efecto invernadero.
Estamos al límite, un aumento de la temperatura por encima de 1.5º C sería un problema muy difícil de reparar. Este aumento provocaría que los polos se derritieran aún más rápido, provocando un aumento del nivel del mar y favoreciendo la aparición de antiguas enfermedades que se habían quedado congeladas.
Otro punto bastante importante es la contaminación del agua, del aire y de la tierra. Esto además de ser una de las consecuencias de la emergencia climática contribuye al aumento de la misma. Según la OMS, 4.5 millones de personas mueren al año por la contaminación del aire debido a la quema de combustibles fósiles causado principalmente por las compañías de carbón, petróleo y automóviles.
Y antes de concluir, analicemos la pérdida de la biodiversidad, la deforestación y la desertificación. En las próximas décadas se enfrentan a la extinción hasta un millar de especies. La pérdida de la biodiversidad supone una pérdida de riqueza y de oportunidades tanto alimenticias como sanitarias, daños que hemos podido observar a lo largo de la pandemia. Aunque no se ha confirmado, aparentemente la COVID-19 pudo estar causada por la transmisión de un animal al humano.

¿Quién iba a decir que nos acostumbraríamos a las mascarillas?
Por la pérdida de la biodiversidad algunos animales se ven obligados a abandonar su hábitat, cosa que nos perjudica a nosotros y a ellos. Según un estudio realizado por la Universidad de Harvard, no hay evidencia de que el cambio climático afecte a la propagación de la COVID, pero sí afecta a nuestra relación con el planeta y con otras especies.
La pandemia, además de mostrarnos que la emergencia climática es real, ha contribuido a la disminución de sus consecuencias. La Agencia Internacional de la Energía afirma que con la disminución de la actividad se logró disminuir un 8% la emisión de gases invernadero, lo que es equivalente a 290.840 toneladas de CO2.
Organizaciones como la OMS, la OMM, el IPPC o el PNUMA también reflejan esta realidad. Según la OMS, el año 2019 fue un año importante para el cambio climático porque batió récord en la emisión total de gases de efecto invernadero alcanzando las 59,9 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente. Fue el segundo año más caluroso registrado, mostrando una de las aristas más terribles del cambio climático, los incendios forestales.
A su vez, con el aumento de las temperaturas, el PNUMA informa que aproximadamente el 30% de la población está sometida a olas de calor mortales más de 20 veces al año. Según el INPE, en Brasil en 2021 aumentaron un 17% las alertas de deforestación. En junio se registraron 4.977 focos en el bioma amazónico. El CSIRO (agencia científica nacional de Australia) informó que en 2020 se quemaron más de 24 millones de hectáreas en incendios forestales, y teniendo en cuenta los datos de 2019, el área anual forestal quemada aumentó un 800%.
No le podemos quitar importancia a algo que realmente la tiene. Quizás para que abramos los ojos de una vez y empecemos a actuar, tendremos que pararnos a ver los datos actuales sobre esta emergencia.
¿Quién iba a decir que nos acostumbraríamos a las mascarillas?
Ha sido un periodo de crisis, de sufrimiento, lucha y tristeza.
Esta pandemia nos ha arrebatado muchas cosas: se ha llevado por delante a casi 10 millones de personas, más de 1,5 millones perdieron su empleo y dos años después de que comenzara seguimos a día de hoy con casos activos en todo el mundo.
Pero también nos ha enseñado la importancia de la ciencia y de la sanidad. Realmente ha sido muy importante, ya que gracias a esta catástrofe se ha podido avanzar enormemente. Se han investigado cantidad de medicamentos, mejorando la sanidad y los tratamientos, y lo más importante: se ha acelerado como nunca la investigación y creación de una vacuna… ¡en tiempo récord!
Además ha servido para la unión entre países, ha despertado en la sociedad un sentimiento de unidad del que desgraciadamente carecíamos y hemos comenzado a actuar no sólo en beneficio propio, sino por el de los demás.
Ha hecho que nos demos cuenta de que la emergencia climática es real y hay que actuar, porque si no acabaremos destruyendo el único hogar que tenemos. Definitivamente la pandemia ha sido terrible, pero nos ha servido para espabilar y darnos cuenta de que los problemas del clima nos afecta personalmente más de lo que pensábamos.
Nos ha mostrado que hay problemas que no entienden de fronteras, que unidos somos más fuertes y que somos una generación capaz de actuar. En definitiva, la pandemia ha sido la gasolina que necesitábamos para reaccionar y enfrentarnos a este gran desafío de la crisis climática.