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Redes sociales y jóvenes: más activismo y ¿menos postureo?

Noemí García Cabezas

¿Son las redes sociales un canal de motivación para el compromiso social y político, respecto al clima, en nuestra sociedad?

Los hombres, desengañados de tantas cosas, capacitados para comunicarse todo su saber instantáneamente, llegan a una coordinación tan perfecta de comunicación, de cultura, de niveles de conocimiento, de programa de vida […] caminarán cada vez más deprisa hacia un planeta mucho más sostenible

Félix Rodríguez de la Fuente

“En la vida real…”. Así empiezan muchas conversaciones cuando se trata de atacar a las redes sociales y la relación que principalmente la juventud mantiene con ellas. Como si las redes no fueran parte de la vida real, como si todo en ellas fuera mentira. Porque sí, claro que hay postureo, pero posturear no impide hacer un uso inteligente de las redes sociales, incluso pueden convertirse en la excusa perfecta para llegar más lejos. Y eso, usarlas de forma eficiente y efectiva, es precisamente lo que hace una juventud cada vez más consciente de que es necesario moverse por el planeta (y hacerlo de manera urgente).

Vivimos en una sociedad hiperconectada en la que nos cuesta imaginar tan solo un día sin Internet. Para la generación más joven, que ha nacido con su democratización, las redes sociales son una parte más en su vida. La infancia empieza a utilizar aparatos tecnológicos casi desde su nacimiento y entre los ocho y los 10 años un 22% ya usan redes sociales. A partir de los 14 años la cifra sube al 90% y el tiempo medio de uso está en torno a las dos horas diarias.

Activismo online: adaptarse a los nuevos tiempos

Sin embargo, el uso de las redes sociales no es exclusivo de la juventud. Gran parte de la población mundial está presente en una o varias, exponiéndose a sus mensajes o teniendo la oportunidad de lanzar los suyos propios. Esto hace de las redes un escenario ideal para el activismo, algo que no es nuevo en absoluto, pero que ahora toma formas y lenguajes diferentes. El activismo, pues, ha sabido adaptarse al modo de vida y necesidades de una población cada vez más concienciada, pero a la vez menos apegada a “casarse” con una causa para siempre (o siempre en la misma medida).

Uno de los secretos de las redes sociales es su bidireccionalidad, la capacidad de que cualquiera puede opinar en la forma que estime oportuna. Para muchas personas representan un modo de entretenimiento o una vía de escape. Pero pueden también ser –cada vez más– un negocio, una fuente de información (y lamentablemente de desinformación) y por supuesto, una herramienta de educación, concienciación y presión ciudadana.

Las formas de posicionarse, incluyendo el postureo, son infinitas, aunque cada vez se castiga más el “todo vale” a la hora de hacer activismo social y político, sobre todo en cuestiones que atañen a la vida y el futuro de las personas. El cambio climático es una de ellas y la juventud tiene criterio casi desde su nacimiento para elegir las mejores opciones para luchar contra él.

¿Cualquiera puede ser Greta?

Sin embargo, en un universo tan grande como es el de las redes sociales es difícil no solo posicionarse como alguien relevante, sino ser escuchado.

Todo el mundo conoce a Greta Thunberg, la adolescente (hoy joven) sueca que inició las huelgas por el clima frente al parlamento de su país y que, tras una brillante estrategia mediática, consiguió hablar frente a frente a los grandes políticos del mundo, posicionar un mensaje relevante de emergencia climática y dar voz a una juventud comprometida con el medio ambiente.

Pero, reconozcámoslo: Greta solo hay una, aunque su mensaje no sea solo suyo. Y es que si de algo es consciente la juventud es de que el mensaje solo será potente si este engloba el sentir de muchas personas. Al contrario de lo que ha ocurrido históricamente con otras cuestiones de movimiento ciudadano y político, el tema del cambio climático despierta consenso, apoyo y admiración mutua. No hay rivalidades: ¡todos a una!

Movimientos como Fridays for future (impulsado por la propia Greta) o Extinction Rebellion se multiplican en cada país y llegan a las agendas políticas, que no han tenido más remedio que incorporar sus inquietudes y reclamaciones a sus programas. ¿Quién manda ahora? Las redes sociales, en este asunto del clima y liderado por personas de una edad bastante baja, han conseguido colocar en agenda algo de lo que ya se hablaba, pero que, si embargo, no había conseguido posicionarse como una de las mayores preocupaciones de la gente (joven y no tan joven) hasta hace apenas unos años.

El aumento de esta preocupación, sin embargo, no es obra de las redes sociales… o no solo de ellas. Tampoco es solo atribuible al compromiso político y ciudadano juvenil. Y es que la educación ambiental ha conseguido crear una generación que, pese a todos los prejuicios que se tienen sobre ella, sabe lo que ocurre con el planeta y quiere disfrutarlo al máximo. Decíamos “no solo” porque evidentemente en esta tarea de educación ambiental las redes también tienen un papel fundamental.

Un cambio necesario

Pero lo cierto es que cada vez más jóvenes declaran que se sienten invisibles en el universo de las redes. El compromiso de activismo peligra si las personas no se sienten útiles.

En un mundo en el que lo catastrófico es lo que vende, la “generación clima” reclama mensajes positivos. No se trata de obviar los problemas de la tierra, sino de dar soluciones. Las redes sociales son extraordinariamente útiles para enseñar, dar consejos y sensibilizar sobre pequeñas cosas que la juventud puede hacer individual o colectivamente para salvar el planeta.

Un problema de la magnitud del cambio climático puede generar ansiedad (la cada vez más conocida ecoansiedad) en quien, con un carácter y unos objetivos de vida aún por definir, se siente insignificante.

Los y las líderes de opinión a través de las redes tienen un reto importante para seguir enganchando a más jóvenes a esta causa, que nos compete a todos y a todas. Pero la responsabilidad no cae solo en una parte: es necesario una concienciación ligada indisolublemente a la acción, al modo de vida. Que no se olvide lo verdaderamente importante: el futuro de nuestro planeta.

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