Ángel Parrilla Romero
Funcionarios del gobierno de Honduras cometen el asesinato de Berta Cacéres, una activista ecofeminista propulsora de los derechos de indígenas e inmigrantes. India, 1973. Un grupo conocido como las «Mujeres Chipko» rodearon una arboleda para evitar que la industria talara los árboles que a día de hoy siguen salvando vidas.
Como estas, hay incontables manifestaciones de mujeres que defienden una misma forma de vida y supervivencia, que remarcan y recuerdan que los humanos somos seres ecodependientes e interdependientes, que vivimos conectados a otros individuos y a la tierra. Esto es el ecofeminismo.
En 196 países analizados por la ONU, según información recopilada por El diario.es, tan solo el 9% tienen como presidenta de gobierno a una mujer, siendo actualmente 17 en todo el mundo.
Este y otros datos nos demuestran que nuestra sociedad piensa en la mujer, como en la naturaleza, con condescendencia. La economía actual solo reconoce el trabajo de los que dedican 8 horas diarias a traer dinero a casa, caras mayoritariamente masculinas. Sin tener en cuenta que, en la gran mayoría de casos, esa labor es posible por el trabajo invisible que otra parte de la familia atiende la casa, cocina, plancha la ropa, cuida a los hijos y mantiene las verdaderas necesidades básicas cubiertas. Este rol usualmente es ocupado por la mujer.
Los cuidados de una vida y su supervivencia, deben depender del individuo mismo y de la sociedad en la que vive. No por la relación biológica de la mujer como creadora de la vida, la mujer tiene que ser la encargada total de cuidar esa vida. Este rol de cuidado ha traído consigo una preocupación histórica de la mujer por cualquier medio de vida, incluyendo el del planeta o el medioambiente, de cuya degradación también sale más afectada.
Subidas de temperaturas, aumento de desajustes del clima, desbordamientos, ciclones e incluso olas de frío y calor provenientes de polos, ocasionan destrozos rurales y aumento de la pobreza en general. Ante una inmensa pobreza, las familias de países no desarrollados tienden a vender, casar y prostituir a las mujeres que consten en estas familias, como indicaba un estudio de la ONU. En los últimos años los casos de prostitución forzadas de países subdesarrollados han aumentado un 20% en relación con el aumento de pobreza generada por el cambio climático.
Demostrando la vulnerabilidad de las mujeres al cambio climático, un análisis presentado en la COP 26 y con el ejemplo visual de Little Amal (una marioneta gigante que representaba a una joven refugiada siria), demostraba que el 80% de las migraciones climáticas son realizadas por mujeres, que son relegadas a huir con la responsabilidad de dar un cuidado mejor a sus hijos.
Otro ejemplo ejemplo es que las enfermedades transmitidas por vectores, como la malaria y la fiebre del dengue, se han relacionado con abortos espontáneos, nacimientos prematuros y anemia. Consecuencias para la salud de la mujer, causas del aumento de temperaturas en el planeta, genera una mayor estancia de mosquitos e insectos propagadores de estas enfermedades.

Desde el feminismo se buscan respuestas. Pero las ramas más radicales defienden la no participación del hombre en estas causas o la exclusión de mujeres transgénero en el colectivo.
La voz masculina ha sido muy valorada y escuchada a lo largo de la historia, tapando consigo la voz de incontables personas que podían haber aportado avances o pensamientos muy críticos para nuestro mundo. En la actualidad, gracias a la lucha de colectivos discriminados, estas voces se han ido escuchando más y más, retumbando en todos los ámbitos. Y el ecofeminismo es uno de ellos.
Pero esto no debe implicar que la voz masculina deba ser tapada o ignorada. Tartarla con igualdad, sin darle una importancia no merecida o superponerlas por encima de otras voces, es importante porque el hombre es capaz de pensar y aportar soluciones y reflexiones acerca de un problema que es común.
El ecofeminismo es un movimiento social en el que deberíamos participar, sin importar el género o la procedencia. Porque el ecofeminismo es un movimiento por y para el futuro del pueblo.
El reparto equitativo del cuidado de una vida, la igualdad de recursos para todos los géneros facilitando el cuidado de la vida, la concienciación masculina del cambio climático y la valoración del trabajo invisible hecho fundamentalmente por mujeres, son algunos de los progresos que una sociedad ecofeminista necesitaría, y estos empezarían por nosotros.
Porque nuestro actual modo de vida sería perfecto para seres sin conciencia o en un planeta con recursos ilimitados, pero al no ser el caso de nadie, un sistema basado en los recursos naturales y el arduo trabajo de una mujer a espaldas del hombre se acabará agotando.
El cambio es lo que nuestra sociedad necesita, y a través de este tipo de movimientos, con nombre e importancia, somos capaces de unirnos por una buena causa común. Si queremos quedarnos donde estamos, hay que actuar, pero si queremos conseguir el cambio que necesitamos, tendremos que esforzarnos todos juntos.