Martín Rodríguez Ponce
Feminismo y conservación del medioambiente se presentan como movimientos sociales mundialmente vinculadas a nosotros y nosotras, los y las jóvenes. Aún así, la relación entre estas corrientes no parece muy evidente y, a priori, puede que no sepamos cómo pueden beneficiarse mutuamente.
Sin embargo, la realidad es que el 80% de las personas que se ven obligadas a desplazarse por desastres climáticos en todo el mundo son mujeres y niñas. Asimismo, podemos llegar a afirmar que la toxicidad del aire contaminante resulta un 15% más perjudicial para las mujeres, derivando en enfermedades autoinmunes o endocrinas a causa de factores fisiológicos.
Sin duda, una sociedad más sostenible es posible si va acompañada de políticas de igualdad que aseguren la justicia social y medioambiental. Estas son las bases del ecofeminismo, la corriente ideológica que nos da las claves para responder a la pregunta planteada.

Si esta sinergia conceptual existe, es porque son muchos los puntos en común que potencian la transversalidad bidireccional que vincula la lucha de las mujeres y la lucha contra la emergencia climática. Ambas encuentran la causa de su explotación y opresión histórica en la acción del hombre (blanco), responsable de apropiarse de la fertilidad de la tierra y la capacidad reproductiva de las mujeres, derivando en dos de las mayores lacras del mundo actual: modelo económico de mercado insostenible y sistema patriarcal feminicida.
El vínculo entre estos ejes no acaba en la concepción teórica, es fácilmente extrapolable a la realidad más tangible y empírica. Al diferenciar entre el norte global y el sur global (países en vías de desarrollo), las personas, y especialmente las mujeres que viven en este último, experimentan de primera mano la influencia climática: desde las consecuencias de la sequía, que les hace recorrer kilómetros en busca de agua para atender labores domésticas como limpiar o cocinar (economía de los cuidados atribuida a las mujeres); hasta la sobreexplotación industrial que viven, incluso las niñas, en fábricas con condiciones infrahumanas y remuneración irrisoria en las que se da salida a la producción masiva que demandan los países del norte global.
En resumen, la esencia ideológica encuentra su fundamento en la imposición de límites. Estos entendidos desde una perspectiva ambiental, asumiendo que no podemos crecer económicamente de forma ilimitada en un planeta común con una serie de recursos materiales que son limitados y finitos; y desde una perspectiva social, estableciendo límites en las capacidades y tiempos de las personas para cuidar de la vida humana y en la vulneración de derechos y libertades públicas por cuestiones de género.
Desde el ecofeminismo se proponen numerosas medidas, que se organizan fundamentalmente en dos vertientes. Para alcanzar un mundo más igualitario y consiguientemente más sostenible se propone la ocupación de altos cargos por parte de las mujeres de cara a la toma de medidas de corte medioambiental y ecologista, lo cual obedece a cuestiones de asimilación biológica (vertiente esencialista) y sociales – de género (vertiente constructivista). Y, en segundo lugar, se atiende al derecho público a los cuidados, entendidos desde el punto de vista interdependiente y humano, así como desde el punto de vista medioambiental y ecodependiente.
Como ejemplo del éxito de la teoría ecofeminista y sus propuestas, que prueban la relación positiva entre igualdad y sostenibilidad, tenemos el caso de Naoko Ishii como presidenta del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM). Su objetivo al ocupar este alto cargo es supervisar la correcta aplicación de perspectiva de género a cada uno de los proyectos relativos a medioambiente. Destaca la iniciativa llevada a cabo para dar voz a las mujeres de la India en lo relativo a la planificación económica para mejorar las cuencas hidrográficas frágiles; o la acción en Gambia para fomentar redes de energía renovables en localizaciones rurales. Este país tiene realmente complicado el acceso a la electricidad y, por esa y otras razones, las mujeres se encuentran excluidas del sector empresarial. Con la acción emprendida se implantaron las redes eléctricas y se posibilitó su uso para las mujeres.
En definitiva, teniendo en cuenta todo lo anterior, considero que es claramente posible un horizonte ecofeminista a medio-largo plazo, potenciado por el advenimiento de las generaciones futuras, mucho más conscientes y con una concepción más normalizada acerca de la igualdad y el medioambiente.
Somos una generación luchadora y defensora de sus ideales, creo firmemente en nuestro poder y fortaleza para cambiar el mundo unificando causas para encontrar un impulso común. Y, en la sinergia y sororidad que impera entre nosotros, está lo que nos hace fuertes y la clave de nuestro éxito.